22/1/09


Sentimiento de Pertenencia

Nuestra civilización occidental es una civilización competitiva, desde niño se aprende a "ganar" los padres están encantados cuando sus hijos son los primeros. De esa manera, el progreso material individualista y el deseo de subir de grado en el prestigio pisotean el sentido de la comunión, de la compasión, de la comunidad. Se trata ahora de vivir mas o menos solos en casita, guardando celosamente los bienes y tratando de adquirir otros, con un papel en la puerta donde está escrito: "cuidado con el perro". Lo esencial de la comunidad es un sentimiento de pertenencia. Hay que reconocer que el sentido de su propia comunidad les impide mirar con amor y objetividad a las otras comunidades. Y entonces aparece la guerra entre tribus. Pero la verdadera comunidad es liberalizadora. Me gusta el pasaje de la escritura: "Y diré: Tú eres mi pueblo, y él dirá: Tú eres mi Dios" (Os. 2, 25) siempre me recuerda a Jessie Jackson, uno de los discípulos de Martin Luther King diciendo a la asamblea de miles de negros: "Mi pueblo es humillado". La Madre Teresa dice: "Mi pueblo tiene hambre". Mi pueblo, es decir, mi comunidad, la pequeña comunidad de los que viven juntos pero también la comunidad más grande que está a su alrededor y por la que ella existe. Esos son los que están inscritos en mi carne como yo estoy inscrito en la suya. Ya estemos lejos o cerca, mi hermano, mi hermana, permanecen inscritos en mi interior. Los llevo y ellos me llevan y cuando nos encontramos nos reconocemos. Estamos hechos los unos para los otros, hechos de la misma tierra, miembros de un mismo cuerpo. El término "mi pueblo" no quiere decir que en relación con ellos yo esté en un grado de superioridad, que yo se su pastor y me ocupe de ellos. Quiere decir que ellos son para mi como yo para ellos. Todos somos solidarios. Lo que les toca a ellos, a mí me toca. El término "mi pueblo" no implica que rechace a otros. No, "mi pueblo" es mi comunidad constituida por los que me conocen y me llevan. Puede y debe ser un trampolín hacia la humanidad entera. Pero no puedo ser un hermano universal si no amo en primer lugar a "mi pueblo" y a partir de él, a todos los demás. No se va personalmente hacia la unidad interior más que cuando se agranda y profundiza el sentido de pertenencia. Y no solo de pertenencia a una comunidad sino al universo, a la tierra, al aire, al agua, a todos los que viven, a toda la comunidad. Si la comunidad da a la persona un sentimiento de pertenencia, la ayuda también a asumir su soledad en un encuentro personal con Dios. Por eso también está la comunidad abierta al universo y a todos los hombres.
Jean Vanier

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